"Alocada" le decía él cuando venía corriendo a casa con una sonrisa en la boca y diciéndole "no lo he podido evitar cielo". La acurrucaba en una toalla y la llevaba al lado del fuego.
Era en esos momentos donde Valerie podía decir perfectamente que era feliz. Feliz por las noches de diciembre, por el sol de enero, por sus manos, por el fuego que le esperaba y por la impulsividad.
Desde bien pequeño había sido un niño problemático. Rompía los juguetes de los demás, siempre salía corriendo para que no lo pillaran, destruía su propia habitación y muchas veces intentaba escaparse de casa. Realmente no es que no le dieran cariño simplemente había sido un niño/adolescente complicado. De mayor se había ido calmando, lo cierto es que la lectura fue un factor importante y el hecho de independizarse también.
A el le encantaba quedarse en casa. Se conformaba con la alfombra al lado del fuego y los cojines, un poco de buena música y tal vez un helado de strachatella. Como a Valerie, los helados les apetecían más en invierno que en verano y cuando se quedaban desnudos, completamente desnudos el uno al lado del otro sin nada que decirse, sin nada que hacer, solamente respirando la respiración del otro Isbac podía decir perfectamente que era feliz. Feliz por el calor de las llamaradas controladas, por el suelo fresquito sin alfombra, por la simplicidad de las cosas, por el olvido de la destrucción y de la autodestrucción, por la serenidad.

Abrieron los ojos esa mañana de domingo después de unas copas de vino y queso que se tomaron ese sábado noche mientras escuchaban "love me two times" celebrando que todavía se aguantaban después de tres años viviendo juntos. Decidieron hacer recorrido de fotografías y recuerdos y luego preparar una cenita juntos, apagar toda luz existente en casa y encender velas. Más tarde Valerie puso esa canción y empezó a desnudarse, se había comprado un bonito conjunto de ropa interior y quiso enseñárselo del modo más divertido posible. Fue muy gracioso porque anteriormente se había quitado los zapatos de tacón y se puso unas zapatillas de cocodrilo horribles que no pegaban para nada con los tonos negros y rosas de encaje. No podía gustarle más a Isbac lo certera y centrada que se mostraba a veces y lo niña e impulsiva que podía llegar a ser casi sin darse cuenta.
Él abrió los ojos antes. No entendía como no podían molestarle intensamente, al igual que a él, los rayos de sol que penetraban en la habitación por ese gran ventanal. Fue directamente al baño y se pegó una ducha, se lavo los dientes y volvió a la cama.Era curioso como no le molestaban los rayos de sol y notaba absolutamente siempre como alguien se colaba en su cama. Así que justo en el momento en que apoyó una mano en la cama sabiendo que se despertaría y por lo tanto mirándola, ella abrió los ojos para decirle...”lo has vuelto a hacer.... en el fondo te odio." Pero en seguida continuó. "ven aquí anda".
Dos o cuatro besos de buena mañana hicieron que les apeteciera desayunar fuera. Hoy no habían fuerzas ni para untar una tostada. Así pues se pusieron lo primero que encontraron en el armario y salieron de casa. Fueron al lugar de siempre "Cacoa", se pidieron un capuchino y un chocolate caliente. Y unas tostadas para acompañar. Les encantaba ese lugar por que estaba justo enfrente de un paseo enorme por el que pasaban cuatro personas contadas y normalmente podías observar a algún que otro hombre o mujer sentada en un banco pensando en sus cosas. Valerie siempre los miraba con detenimiento y él pensaba qué sería exactamente lo que ella imaginaría de ellos.
Dos minutos más tarde uno de ellos solamente quería negar la realidad que se le presentaba.
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