jueves, 17 de septiembre de 2009

02

Zettric, como le llamaban sus amigos más íntimos por alguna estupidez de niñez que fue evolucionando hasta llegar a lo que era ahora, se habia levantado esa mañana con la boca pastosa, le dolía la cabeza y el estómago parecía estar un poco revuelto. Tenía todos los sintomas de una buena resaca y de un estómago que lleva demasiado tiempo sin ser alimentado. Pero al parecer poco le importaba sentirse tan mal por las mañanas ya que por las noches, desde hacia tres años y medio, hacía únicamente lo que su cuerpo le pedía.

"El alcohol hace olvidar"
Como si de fe religiosa se tratase él cada noche se aferraba a esa afirmación. Llevaba doce meses viajando a los bares infernales de la soledad compartiendo taburete con Tom, un hombre 30 años más triste que él y bebiendo cada día de una botella alcoholica diferente.
Disfrutaban charlando aunque a la mañana siguiente muchas cosas quedaran borrosas o difuminadas. Puede que ninguno de los dos se acabaran comprendiendo perfectamente pero se sentían agusto el uno con el otro y eso a Zettric le aliviaba por las mañanas. Le dolía todo y muchas veces se aventuraba en busca de moratones nuevos que no sabia como habian acabado en el brazo, la pierna o en cualquier parte del cuerpo, pero siempre tenía la sensación de haber aprovechado la noche con Tom, incluso cuando no recordaba absolutamente nada.
De todas formas, aquella mañana no era como todas las otras. Había algo en el destino que se le habia escapado y que no tenía ni idea de que le explotaría aquel día. No sabía que iba a explicarle a Tom que le dejaba en las noches de soledad compartida para siempre. No sabía que por primera vez iba a decidir sobre su vida tan rápido y tan fríamente. No sabía que era tan cobarde. Lo cierto era que no sabía demasiadas cosas.
Después de la ducha y un enjuague Zettric se arropó con el albornoz y decidió ponerse un disco de Lou Reed para ambientar aquella casa revuelta y con poca higiene. Se sentó en el filo de la cama y cerró los ojos. No imaginaba nada, solo su misma habitación desastrosa. Su mísera vida. La ausencia de Laura. El desprecio de su madre. Y el timbre sonando.
Abrio los ojos tranquilamente pero un poco desconcertado, se habían colado sin permiso en lo más profundo de sus pensamientos, de sus sentimientos. Pensaba ignorar la puerta porque probablemente sería algún vecino capullo que quería robarle su momento de intimidad, pero de pronto escuchó la voz de Laura o al menos eso parecía.
"Dejame entrar ahí, soy yo".
¿Quién..?
Laura
¿LAURA?
"Si.. abreme anda.."
No podía creer lo que estaba viendo. Despues de tanto tiempo solo tenía que abrir la puerta y ahí estaba, era ella. Y no se trataba de una imaginacion o de una ilusion. Era ella sin duda. Pero no venía sola. A cuestas llevaba un niño, debía tener 3 años. ¿Se habría casado en este tiempo? ¿Qué hacía aquí? Que ganas tenía de verla...

"Vamos al grano si?"
"Qué pasa?"
"No tengo dinero Zettric. Ni nadie que me ayude. Tengo otras cosas que hacer y él no tiene la culpa de nada sabes? "
"No sé de que hablas Laura. Deberías explicarte mejor"
"Joder Zettric, tan mal te están dejando las drogas que no entiendes que vengo a pedirte dinero por él. Que vengo a que me ayudes tú. Tú que eres el maldito padre de esta criatura?"
"...."

El silencio se apoderó de él por completo.

"No vas a decir nada?"

Esperaba sentir algo si algun dia le comunicaban que iba a ser padre. No se lo esperaba hoy y tal vez fue algo parecido a un bloqueo emocional pero incluso después del momento ocurrido él no sentía responsabilidad, ni paternalidad alguna. E incluso cuando días después del portazo de Laura y del berrinche del niño por los gritos de la madre, ella que había picado a su puerta y corrido hasta la del portal dejandole al mando del niño sin dar explicación y abandonando al pequeño sin más, no fue capaz de sentir nada. NADA.

Sabía que tarde o temprano iba a llegar este momento. No tenía miedo y estaba convencido de lo que iba a hacer. Tal vez un poco descolocado porque la situación en general le habia olbligado a forzar esta decisión pero como se repetía una y otra vez "era evidente, tarde o temprano llegaría el momento".

Eran las cinco de la tarde. Laura le trajo al pequeño sin nombre y huyó corriendo. Cuando pudo darse cuenta tenia a un enano de 3 años más o menos en su casa. Asustado, descolocado y bien pegado a una pared con los ojitos llorosos. Sí, daba pena pero no era asunto suyo por mucho que dijera que era su padre. Tal vez era la excusa perfecta para deshacerse de un problema más en su vida.

Bajó al bar. No le pasaria nada por cinco minutos. Tom, como de costumbre, estaba ahí. Al final sería cierto que jamás se movia de allí, pensó Zettric.
-Vengo a despedirme Tom, ha sido un verdadero placer beber con usted.
-Chico, no solo hemos bebido.
-Mayormente sí, no cree?
-Bueno.. yo prefiero llamarle sobrevivir. Y que te he dicho de lo de usted? No soy un viejo cascarrabias ni uno educado. Yo soy Tú.
-Entonces yo soy tú? jaja..
-Maldito hijo de perra... Y a dónde vas?
-Todavia no lo sé, tal vez a Francia.
-Paparruchas.. seguro que te quedas en el camino.
-Bueno Tom debo irme ya.

Tom lo miró con esa cara de hombre más triste del mundo y le sonrió levemente. Se acercó patoso hacia el muchacho y le dio un abrazo.

Cuídate.

Volvió a su habitación y no habia pasado absolutamente nada. Habian sido cinco minutos y el
chico continuaba allí perfectamente. El siguiente paso era el más complicado. Decidir nunca se le habia dado demasiado bien pero al parecer en situaciones limites debes ponerte las pilas. Sofía, ella siempre habia sido una buena hermana, incluso cuando él había sido la escoria más grande del mundo con relación a ella (y tal vez con la sociedad en general) nunca jamás le habia abandonado. Y si ahora se encontraba solo no era porque ella hubiese querido si no por que él mismo le habia forzado a marcharse de su lado. Sabía que no era una buena influencia para ella y todavia le quedaban muchas cosas por hacer a su hermana.

Dejó el coche en frente de la puerta de su casa. Y le dijo al pequeño que allí estaría mejor, que todo el mundo le querría y que sería feliz. Le dio la sensación de que el niño no le creyó pero eso poco importaba ahora. Picó al timbre y le dijo que no se moviera de donde estaba hasta que no abrieran la puerta. Él salió corriendo mientras acababa de pronunciar las ultimas palabras, arrancó el coche y vió como abrian la puerta. Todo solucionado pensó.
Pero se puso nervioso, demasiado nervioso así que decidió volver un rato al bar antes de emprender su viaje. Tom seguía allí y se ofreció a invitarle a todas las copas de esa ultima noche. Y así fue. Estuvo toda la noche bebiendo y aliviandose con Tom por todo lo que habia hecho y de lo que todavia no era plenamente consciente. A la mañana siguiente, borracho y sin ningun tipo de reflejos decidió coger el coche para partir. Tom estaba demasiado ocupado vomitando como para detenerle para que no conduciera borracho asi que tambaleandose llegó al coche. Pronto cogería las llaves y abriendo bien los ojos metio las llaves.

Lo último que recuerda son los cristales. Diminutos y grandes trozos de cristales puntiagudos a punto de arrasar con todo lo que se les pusiera en su camino. Se trataba de una especie de batalla cuerpo a cuerpo. Cristales vs chapa roja.

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