La corriente me lleva y ya no historias que contar.
Bueno, solamente una.
Tú y yo en la montaña rusa de las burbujas parpadeantes entre sonidos psicodélicos.
Las mentiras cubren el espectáculo y los actores se dedican a la bebida. El publico, mientras tanto, con cuchillos y yogures de pastillas te inducen al suicidio mientras te cantan canciones de cuna u otras oraciones.
Los susurros son las espinas de aquellas rosas puestas en nombre del desasosiego, de la irritabilidad producida por el escándalo mundial, de las ideas, de los sentimientos, de las cosas en general.
Justamente por este escándalo la lucidez hace tiempo que dejo de correr grandes distancias. Los kilómetros de esa carretera abandonada a su suerte me recuerda a los vacíos curiosos de las lagunas. Y decididamente también a la soledad eterna de los árboles desnudos en la noche más oscura que se encuentra sin luna. Ésta ha muerto pero pocas cosas me parecen interesantes.
Ahora pegada al interfono para ver si este mundo de irrealidad se torna algo más coherente y algún vecino me avisa de que no son horas de aporrear el instrumento mientras la televisión está a tope y el tocadiscos está rallado sé que hoy no sonara.
Igual que ayer.
Que antes de ayer.
Que mañana.
[De tanto en tanto va bien desvariar. He dicho]
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